Un vacio imposible de llenar

Ante la muerte de un ser querido todo suena falso. Gabriel Marcel lo comprendió perfectamente: “El verdadero problema no es mi muerte, sino la de los seres queridos”. Es cierto: morir solo es morirse; ver morir a los que amas es una mutilación para que la naturaleza humana no parece estar preparada.
Decir palabras genéricamente consolatorias es tan absurdo y ridículo, porque tristeza por la partida de un ser querido es sagrada. Y, sin embargo, yo creo que desde la fe también desde el amor hay algunas ayudas, ya que no hay respuestas totales, sino la esperanza.
Pero, ¿y quién nos certifica que todo esto no son palabras hermosas? Lo certifica el amor que “sabe” que los muertos no se han muerto del todo. Lo certifica Jesús, que si estuvo del otro lado, que conoció las dos caras de la realidad y nos certifico que El nos esperaría en la otra orilla.
Recuerdo cuanto me impresiono aquella frase de San Juan de la Cruz que, tras asegurar que el alma que ama a Dios vive ya as en a otra vida que en esta, asegura que “el alma vive mas donde ama que donde habita” ¡y uno tiene ya casi tantas cosas y personas amadas al otro lado como en este!
Vivir es una tremenda aventura que realizamos medio a ciegas. Sobre nosotros gravita el misterio. Un misterio que lenta y dolorosamente va arrancándonos de nosotros mismos. Hasta “el instante que todo quedara sepultado en amor”


La perdida de un ser querido es una pena casi imposible de olvidar, y en esos momentos no se puede decir nada, solo dar nuestra comprensión por que en ese momento todo suena tan superficial, sobretodo si la persona que se murió era una persona queriada para nosotros, pero debemos saber que todos algún dia vamos a morir, pero sobretodo que por suerte esa persona ya esta con Dios y que también las personas mueren solo cuando se las olvidan